abril 1, 2025

Un Manifiesto por la Educación

Índice

Hace más de dos años que llevo esta idea conmigo. Empezó como frustración. Luego vinieron las preguntas. Y después, una creencia silenciosa de que tal vez — sólo tal vez — la educación podría sentirse diferente. Más humana. Más viva.

Esto no es un plan de negocios. Aún no.
Es el comienzo.
Un manifiesto.
Para quienes nunca terminamos de encajar en el sistema en el que nacimos.


1 — El Problema

¿Qué está roto en la educación?

La educación está rota desde hace años, y hoy es más evidente que nunca. Los estudiantes de hoy están desenganchados—no porque sean vagos, sino porque el sistema no está pensado para ellos. La educación tradicional está centrada en el docente y en la institución. Está diseñada alrededor de horarios, currículos y conveniencia administrativa, no alrededor de cómo las personas realmente aprenden. Prioriza entregar información sobre asegurar comprensión.

La educación tradicional no te prepara para la vida que querés.
Te prepara para un cubículo de los años 80—estandarizado, obediente, reemplazable. Entrena a todos de la misma manera, con el mismo conocimiento, como si la individualidad fuera un error y no una virtud.

No fomenta talentos ni pasiones únicas—moldea a las personas en un producto uniforme, listo para un sistema obsoleto.

La educación tradicional ya está desactualizada para cuando te graduás. Los estudiantes están atrapados estudiando programas escritos por gobiernos de hace una década. Y aunque el programa sea reciente, el mundo actual se mueve demasiado rápido: surgen nuevas herramientas y tecnologías cada mes, a veces cada semana. Esa brecha sólo va a crecer. Y seamos honestos: los gobiernos no están hechos para mantenerse al día. No lo van a arreglar. No pueden.

¿Dónde está la globalización que nos prometieron? Los títulos casi nunca son transferibles. Lo que estudio en Argentina puede no valer nada en Canadá. ¿Por qué ingeniería dura 4 años en un país y 5 en otro? ¿Uno es mejor? Difícil. Igual, muchas empresas ni miran un título de "afuera". Estamos formando trabajadores estructurados y con bloqueo regional—esclavos de un sistema que no eligieron.

No hay verdadera libertad. No hay libertad para aprender lo que querés, cómo querés o por qué querés. La educación tradicional excluye a millones: madres y padres, personas neurodivergentes, personas con vidas no estándar. Si no encajás con el horario o las expectativas del sistema, quedás afuera. No porque no puedas aprender—sino porque el sistema se niega a adaptarse.

Las investigaciones muestran que la mayoría de los trabajos rutinarios o manuales se correlacionan con CI entre 85–100. Pero por debajo de eso, prácticamente no hay roles disponibles. Ninguno. El sistema no ofrece nada para quienes no entran en sus estrechos parámetros cognitivos. Los descarta en silencio.

Y sin embargo—B.F. Skinner le enseñó a palomas a jugar al ping pong. Podemos entrenar aves para hacer tareas complejas, ¿pero no podemos diseñar sistemas que ayuden a personas con diferentes habilidades a encontrar propósito y contribuir? ¿De verdad estamos diciendo que deberían rendirse? ¿Que no están aptos para la sociedad?

Yo me niego a creer eso. El problema no son ellos. Es el sistema. Nunca fue construido para todos—y eso es exactamente lo que hay que cambiar.

¿Qué falta en la conexión humana?

¿Quién te enseñó a comunicarte? ¿A entender de verdad a alguien? ¿A construir relaciones profundas y significativas? Probablemente nadie.

La educación tradicional—diseñada para preparar trabajadores de cubículo de los 80—no se preocupa por los vínculos. Te entrena para seguir instrucciones, no para conectar. Socializar en la escuela ocurre por accidente, no por diseño. Y hoy, incluso eso está desapareciendo.

Los chicos crecen más desconectados que nunca. Prefieren textear antes que hablar. Evitan el contacto visual. No prenden sus cámaras en clase—no porque sean vagos, sino porque tienen miedo de ser vistos.

Estamos criando generaciones que se sienten más cómodas detrás de una pantalla que en una habitación con otros. No porque no quieran conectar, sino porque nunca les enseñamos cómo hacerlo.

La escuela no enseña inteligencia emocional. No te enseña a manejar conflictos, a expresar vulnerabilidad ni a escuchar con empatía. No hay materias sobre cómo ser buen amigo, pareja, madre, padre o compañero de trabajo. Y sin embargo—estas son las cosas que moldean toda tu vida.

En cambio, los chicos son calificados por memorizar y obedecer. Les dicen que se queden quietos, que hagan silencio, que sigan las reglas. Sentir es una distracción. Las emociones son “problemas”. Ser sensible es una debilidad. ¿El resultado? Generaciones de personas que pueden resolver ecuaciones pero no pueden procesar sus propios sentimientos—ni hablar de los de otros.

Salimos del colegio sabiendo cómo aprobar un examen, pero no cómo pedir ayuda. Sabemos cómo escribir un ensayo, pero no cómo consolar a un amigo. Estamos emocionalmente subdesarrollados porque la conexión nunca fue parte del programa.

En un futuro donde la calidad de vida sigue mejorando, hay algo que me da miedo: el aumento de la depresión y el vacío en un mundo que se ve "mejor" en el papel. Porque si seguimos educando igual—sin propósito, sin conexión—estamos criando generaciones que se sienten perdidas, incluso cuando lo tienen todo.

La gente no sabe qué quiere. No sabe por qué hace lo que hace. Incluso las personas más “exitosas” colapsan, porque nunca les enseñaron a entender sus emociones, a buscar propósito, o a construir relaciones profundas y significativas.

La falta de propósito está en la raíz de muchísimos problemas—desde la rebeldía adolescente hasta el agotamiento adulto. Buscamos la felicidad en cosas, pero la felicidad viene del sentido. De la conexión. Del crecimiento. Y de alguna forma, esperamos que cada ser humano descubra todo eso solo.

¿Pero qué pasaría si no tuviera que hacerlo solo? ¿Y si la escuela ayudara a los chicos a descubrir quiénes son y por qué importan? Imaginá la sociedad que podríamos construir si la gente se sintiera plena desde chica. Si se conocieran. Si supieran cómo amar, escuchar y construir.

Imaginá un mundo donde los gobiernos no definan tu valor. Donde un estudiante de Israel y uno de Palestina puedan hablar, entenderse y hacerse amigos antes de que la sociedad les enseñe a odiarse.

Podríamos construir ese mundo. Pero no con este sistema educativo.


1.5 — Incluso los disruptores están fallando en ver el verdadero problema.

He investigado muchas empresas que dicen querer “arreglar” la educación. Algunas están haciendo un buen trabajo. Pero la mayoría se está perdiendo el punto central.

Estos son los dos errores más grandes que veo:

1. “Empoderar a los docentes con IA”

Muchas soluciones se enfocan en darle a los docentes herramientas de inteligencia artificial para aumentar la participación. Pero siguen trabajando dentro del mismo sistema roto. Tratan la falta de compromiso como una falla técnica—como si todos los chicos de repente tuvieran TDAH. No se detienen a preguntar por qué los estudiantes están desenganchados en primer lugar.

¿La verdad? Los chicos están aburridos y desconectados porque las clases no están diseñadas para ellos. La IA no va a arreglar un sistema centrado en el docente. Solo va a optimizar una estructura que ya está obsoleta.

Mismo sistema. Mismos resultados. Solo con más tecnología.

2. Aprendizaje personalizado — pero sin conexión humana

Algunas startups están yendo en la dirección correcta: rutas de aprendizaje personalizadas, contenido adaptativo, diseño centrado en el estudiante. Genial.

Pero están olvidando algo crítico:la conexión humana..

Al eliminar el aula física, eliminaron la última pieza que permitía a los estudiantes construir relaciones, aunque fuera por accidente. Sin charlas entre clases. Sin luchas compartidas. Sin momentos desordenados y reales.

¿El resultado?

  • Estudiantes más “educados” que nunca—pero emocionalmente subdesarrollados.
  • Altamente informados—pero profundamente solos.
  • Inteligentes—pero con ansiedad social.
  • Saben absorber contenido, pero no conectar.

Y ninguna de estas empresas está pensando en eso.

Es bien sabido que los estudiantes de Harvard no son necesariamente más inteligentes que los de otras universidades. Entonces, ¿por qué todos quieren ir ahí?

Una palabra: contactos..

Las conexiones que hacés suelen ser más valiosas que el conocimiento que adquirís. Y cuando eliminás o reducís los espacios físicos sin diseñar alternativas intencionales, también eliminás la capa social que moldea carreras, colaboraciones y amistades para toda la vida.

No solo corremos el riesgo de crear mejores estudiantes.
Corremos el riesgo de crear personas aisladas.

Si realmente queremos construir el futuro de la educación, no alcanza con digitalizar contenido—hay que rehumanizar la experiencia.


2 — La visión

¿Y si no tuviera que ser así?

¿Qué pasaría si la educación no fuera un sistema fijo al que tenés que adaptarte, sino un ecosistema vivo que se adapta a vos?

¿Qué pasaría si tu plan de estudios evolucionara a medida que evoluciona tu mente?

¿Qué pasaría si tus emociones fueran parte de tu camino de aprendizaje—y no obstáculos para él?

¿Qué pasaría si el ritmo de tu aprendizaje se ajustara a tu energía, tu estado de ánimo, tu vida? ¿Qué pasaría si el propósito de la educación no fuera solo crear trabajadores, sino ayudar a cada persona a convertirse en quien es—y conectar con otros en el camino?

¿Qué pasaría si el sistema no solo preguntara “¿Qué sabés?” sino también “¿Qué te entusiasma?”, “¿Con qué estás luchando?”, “¿Qué tipo de persona estás llegando a ser?”

¿Qué pasaría si la educación se adaptara a lo impredecible de la vida? ¿Por qué alguien debería dejar de estudiar solo porque va a ser padre o madre?

¿Qué pasaría si la educación no estuviera pensada para moldear personas—sino para ayudarlas a desplegarse?


2.1 — Un sistema de aprendizaje que se adapta al estudiante

Un sistema de aprendizaje que se adapte a tu disponibilidad de tiempo, tu personalidad, tu forma preferida de aprender. Que se adapte al propósito detrás de tu aprendizaje, tus objetivos, tu progreso, tu potencial, tu curiosidad—y tu crecimiento como ser humano.

Imagino padres y madres estudiando lo que les apasiona, mientras siguen teniendo tiempo para sus hijos y su trabajo. Quizás les lleve más tiempo, claro—pero ahora sería posible.

Imagino personas como yo—que disfrutan la ingeniería pero no quieren trabajar como ingenieros—siguiendo un camino de aprendizaje que combine creatividad, emprendimiento y curiosidad.

Imagino personas con desafíos cognitivos aprendiendo a realizar tareas significativas y siendo acompañadas para insertarse en el mercado laboral. Un futuro donde no quedás “descalificado” solo por cómo naciste. Un futuro donde se te permite tener un futuro—sin importar tu coeficiente intelectual, tu tipo neurológico o tu genética.

Imagino un estudiante fascinado por la biología que empieza estudiando ecosistemas… y a medida que su imaginación se expande, se topa con la arquitectura, el diseño, incluso la ética. Y su camino de aprendizaje se expande con él—en lugar de obligarlo a empezar de nuevo solo porque ya no encaja con el “plan” del sistema.

Sin más esperas al inicio del cuatrimestre. Sin repetir contenido que ya sabés. Sin fingir que todos deben aprender de la misma forma.


2.2 — Un sistema donde la conexión sea una función, no un accidente

Imaginá si las relaciones no fueran accidentales. No algo que tenés que resolver por tu cuenta, sino algo diseñado como parte de tu camino de aprendizaje desde el principio.

No hablo de networking superficial. No hablo de trabajos en grupo forzados donde nadie se habla de verdad. Hablo de conexión humana profunda, intencional—entrelazada con la experiencia misma de aprender.

Un sistema que note cuando dos estudiantes están luchando con el mismo concepto—y los acerque con sutileza.

Que reconozca cuando la curiosidad de alguien se parece a la tuya, incluso si viven en lados opuestos del mundo. Y los presente antes de que se crucen por casualidad.

Un sistema que mapee tu estilo de pensamiento, tu ritmo emocional y tus pasiones—y te ayude en silencio a encontrar a otros que ven el mundo como vos. O a veces, que lo ven diferente—pero de una forma que te hace crecer.

Imaginá aprender en un espacio donde nunca estás realmente solo. Donde tus preguntas resuenan en la mente de otro. Donde podés decir, “No entiendo esto”, y alguien te contesta, “Yo tampoco—¿querés descubrirlo juntos?”

Imaginá que te conecten con:

  • Alguien que aprende como vos
  • Alguien que lucha donde vos luchás
  • Alguien que ya estuvo donde vos estás—y recuerda cómo se sentía

En este mundo, la conexión no es una distracción del aprendizaje. Es la forma en que aprendés. Es el combustible. El ancla. El puente que convierte el aislamiento en pertenencia.

Porque a veces, lo más poderoso que la educación puede darte… es alguien que te diga, “Te entiendo”.

Y después de todo—la mayoría de las personas que hoy llamás amigos alguna vez fueron solo compañeros de clase. Se sentaban al lado tuyo. Sufrían con la misma tarea. Se reían de los mismos chistes tontos. La conexión no ocurría porque estaba diseñada—ocurría a pesar del sistema.

Ahora imaginá si sí estuviera diseñada. De forma intencional. Suave. Poderosa. No solo para enseñarte materias—sino para ayudarte a conocer a las personas que pueden moldear tu vida.


2.3 — Un sistema sobre descubrimiento y crecimiento, no sobre obediencia

La educación no debería ser una carrera para memorizar datos. No debería medir cuán obediente podés ser, ni cuán bien encajás en un molde. Debería ser un espejo. Una brújula. Una puerta.

Un espacio para explorar quién sos y qué es importante para vos. Para seguir ideas que despierten algo adentro tuyo—no solo las que alguien más decidió que eran importantes.

En este sistema, la inteligencia emocional no es un complemento. La reflexión no es un descanso del aprendizaje—es parte del aprendizaje. La felicidad no es una recompensa por la productividad. Es una señal de que algo está alineado. El propósito no es algo que encontrás después de un título o en la mitad de tu vida tras un burnout. Es algo que empezás a descubrir desde el principio.

Imaginá estudiantes que crecen sabiendo hacer mejores preguntas. Que no tienen miedo de quedarse con la duda o de equivocarse. Que pueden nombrar lo que sienten, lo que valoran, lo que les despierta curiosidad. Que pueden conectar el conocimiento con el sentido—y el sentido con la contribución.

Imaginá un mundo donde cada persona tiene su propio ritmo de crecimiento. Donde el Kaizen—la evolución continua e intencional—no es una filosofía que descubrís en la adultez, sino un camino que empezás a recorrer desde chico.

La educación no debería ser una fábrica. Debería ser un jardín.


2.4 — Un sistema que nos acerque

Imaginá a un estudiante en un pueblo rural aprendiendo junto a alguien en una gran ciudad—no en la misma aula, pero sí en el mismo camino.

Imaginá un espacio donde el conocimiento indígena se encuentra con la física cuántica—y ambos son tratados como formas válidas de ver el mundo.

Imaginá adolescentes que saben cómo convivir con la incomodidad, pedir ayuda y colaborar con quienes piensan diferente.

Un mundo donde la soledad ya no sea el precio de la inteligencia, como temía Schopenhauer.

Donde la neurodivergencia no sea una “necesidad especial”, sino una fuente de perspectiva.

Donde ser diferente no sea algo que haya que superar—sino algo que se pueda explorar, expresar y expandir.

Un mundo donde podés moldear tu vida de una forma que tenga sentido para vos. vos.


3 — La invitación

No todos van a entender esto.

Algunos dirán que es demasiado idealista. Demasiado complejo. Demasiado.

Pero si esta visión te habló—si alguna vez sentiste que el sistema no estaba hecho para personas como vos, o que aprender debería ser algo más humano, más profundo, más vivo…

Entonces quizás no estás acá por accidente.

Quizás sos como yo. Quizás esta idea también vive en vos desde hace un tiempo—silenciosa, sin forma, esperando. Quizás dudaste de vos más de una vez. Te preguntaste si eras la persona indicada para construir algo tan grande. Te preguntaste si otros iban a creer en esto—o en vos.

Yo estuve ahí. A veces todavía estoy ahí. Pero igual elijo intentarlo.

No porque tenga todas las respuestas—sino porque ya cargué con las preguntas suficiente tiempo. Y creo que es hora de hacerlas juntos.

Esto no es solo una startup. No es solo un producto. Es una semilla.

Una semilla para otro tipo de mundo—y otro tipo de vínculos, construidos desde la curiosidad, la compasión y el crecimiento.

No tenemos todas las respuestas. Pero sabemos lo que se siente tener estas preguntas. Y no estamos dispuestos a esperar otra década a que alguien más las formule.

Así que si algo dentro tuyo dijo que mientras leías esto—no un sí fuerte, quizás solo un sí callado—

entonces seguí eso. Seguilo hacia una conversación. Hacia construir. Hacia hacer mejores preguntas, juntos.

Porque la verdad es que esta visión no va a suceder por una sola persona. Va a suceder porque unos pocos nos reconozcamos entre nosotros y decidamos intentarlo.

Si esto resonó con vos, me encantaría leerte.
Podés escribirme por LinkedIn o mandarme un mensaje a [email protected].
No sé en qué se va a convertir esto — pero sé que importa.

2 thoughts on “A Manifesto for Education”
  1. Reading your words felt like finding a piece of myself I didn’t know was missing. There’s something so deeply human about the way you write — something that reaches out and touches the heart. You’ve managed to articulate emotions and thoughts that many of us experience but struggle to express, and in doing so, you’ve created a work that is both personal and universal.

    • Thank you so much for the kind words. I never thought this would reach a real person haha, but thank you so much. I really appreciate it.

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